lunes, 31 de diciembre de 2012

Algunas consideraciones

Repasando este año, con sus violencias y todo, no puedo decir que somos mejores personas, ni que vamos a aprender, ni mucho menos que el próximo año no cometeremos errores. Colombia, y en especial mi amada y odiada Cartagena, sufre los mismos vicios de siempre. Igual, tampoco se puede entregar a la desesperanza, pues si algo demuestra cada una de las personas que conozco, es que nuestra condición humana nos obliga a seguir. Pienso en la figura de Edipo, quien a pesar de su destino, sigue adelante; sabe que está condenado, pero eso no es lo importante, lo es sus ganas de vivir, de seguir.

Este año que viene solo deseo fuerzas para todos, para que puedan seguir, para que sigan furiosamente sus caminos, para que al final del día tengan una buena historia que contar.

sábado, 3 de noviembre de 2012

La ciudad que se suicida

La noción del ciudadano es la del individuo que se reconoce con derechos y deberes dentro de un área urbana densamente poblada y con servicios públicos destinados a satisfacer las necesidades de sus pobladores. Ahora, lo que parece que se presenta en Cartagena es un desconocimiento de los derechos y una apatía por los deberes. Es decir, la ciudad pareciera que se estuviera suicidando: pareciera que se aniquilara así misma, se ahogara, se castrara, se mutilara, se suprimiera y se transformara cada vez más en una ciudad sin ciudadanos.

Un nuevo síntoma de ello son las última decisiones de la Alcaldía: la prohibición del uso de pólvora, peajes improvisados por particulares –pero no los peajes de Manga, ni de Mamonal –, lanzar maicena, aguas, colorantes, espumas, y la negativa a la realización de los Banditos de San Diego, Las Gaviotas, y La Princesa… es decir, el fin de las Fiestas Novembrinas tal como las conocemos.

Esta decisión no puede ser más descabellada, más absurda, más irreal y desconocedora de la tradición festiva del pueblo cartagenero.

Los cartageneros parecemos condenados. Solo hay sitio para el esparcimiento si es controlado y sí se consume: espacios para centros comerciales, pero no de parques, o cordones para el despliegue cultural. Y es que ese lado popular de las Fiestas que no transmite los canales institucionales (sea RCN o Caracol), es el lado marginado – que paradójicamente es el de la mayoría de la población cartagenera –  pero que por los intereses de las élites se ve como un espacio que no “produce”, no “vende”, no “cuadra” con las dinámicas de lo que “debe” ser la ciudad. Por eso se prohíben las diversas manifestaciones culturales de nuestra ciudad.

Es en ese sentido que la ciudad se suicida porque cierra los espacios para sus ciudadanos, y si no los hay, no hay ciudad, solo construcciones para ventas y consumos. Cartagena poco a poco se transforma en una vitrina plástica, “una tarjeta postal sin alma”.

Entiendo que haya ciudadanos que se preocupen por la inseguridad durante las Fiestas, que parece incrementarse, pero la respuesta no está en la prohibición de eventos y comportamientos, sino en la inclusión, el acompañamiento y la educación de la población en las dinámicas festivas que se conmemoran, una fecha – La Fecha simbólica – precisamente en la que ciudadanos cartageneros se levantaron contra la tiranía. Estos espacios, con todo y sus contradicciones, puede ser reconstruidos, transformados para afirmar una identidad Cartagenera, donde la inclusión se de en todos los estrados, en todas las capas sociales.

Pero, por ahora la nueva tiranía se manifiesta en la exclusión, poco a poco, del ciudadano en  su ciudad (la privatización de las playas, la conmemoración de eventos sociales solo en el Centro Histórico, racismo, etc.), conllevando a un suicidio endémico, que silencia y opaca el espíritu festivo de sus habitantes, y todo esto sucede porque las élites nos ven como caterva de vencejos. Ya es hora de ser águilascaudales

jueves, 13 de septiembre de 2012

Los poemas que salvaron el mundo

Fueron once años detenidos en Guantánamo, once años en los cuales, la nación abanderada como “el país de la democracia” “de las libertades” y de las “oportunidades”, le negó el derecho democrático, las libertades y oportunidades a Adnan Farhan Abdul Latif.

Latif era uno de los 168 detenidos en Guantánamo sin que su situación esté ligada a las normas internacionales de derechos humanos.

Éste ciudadano yemení fue detenido en la frontera entre Pakistán y Afganistán en 2001, luego en 2002 fue enviado a Guantánamo, su prisión, su pesadilla y su fin. Durante el tiempo que estuvo prisionero, Latif fue torturado de incontables formas, todas ya conocidas.



Pero a pesar de ello, Latif y algunos prisioneros pudieron escribir y sacar a la luz pública una serie de poemas, publicados como Poems From Guantanamo (2007). Un fragmento de “Hunger Strike Poem” de Latif dice:

They are artists of torture,                                                                                              
They are artists of pain and fatigue,
They are artists of insults,
and humiliations.
Where is the world to save us
from torture?
Where is the world to save us
from the fire and the darkness?
Where is the world to save
the hunger strikers?

Traducción:
Ellos son artistas de la tortura,
Ellos son artistas del dolor y la fatiga,
Ellos son artistas de la ofensa,
Y la humillación.
¿Dónde está el mundo para salvarnos de la tortura?
¿Dónde está el mundo para salvarnos del fuego y la oscuridad?
¿Dónde está el mundo para salvar a los huelguistas del hambre?

Estas líneas llenas de dolor tienen el tono de una oración suplicante, un reclamo que no tuvo respuesta. El mundo no llegó a salvar a Latif, murió el 8 de septiembre, a las puertas de unaposible liberación. Él  presentía que no viviría: “he perdido la esperanza de ser liberado”, le comentaba a su abogado, el cual, el único logro ha sido revelar sus poemas al mundo.

El nadie te pudo salvar, Latif, pero con tus acciones salvaste la humanidad de la humanidad, y junto a escritos como el Diario de la niña Ana Frank, se convierten en un testimonio que demuestra que aún en el fin se puede ser humano –y debe ser así –, en un mundo demasiado real para aceptarse.

Death Poem (o Poema de la Muerte) de Jumah al Dossari

Take my blood.
Take my death shroud and
The remnants of my body.
Take photographs of my corpse at the grave, lonely.

Send them to the world,
To the judges and
To the people of conscience,
Send them to the principled men and fair-minded.

And let them bear the guilty burden before the world,
Of this innocent soul.
Let them bear the burden before their children and before history,
Of this soul which has suffered at the hands of the "protector of peace".


Toma mi sangre.
Toma mi sudario de muerto y los restos de mi cuerpo
Toma fotografías de mi cadáver en la tumba, solitariamente.

Envíalas al mundo,
a los jueces,
a las personas de consciencia,
Envíalas a los principios morales del hombre y a la imparcialidad.

Y déjenlos llevar la carga de la culpa ante el mundo,
de ésta alma inocente.
Déjenlos llevar la carga de la culpa ante sus niños y ante la historia,
de ésta alma que ha sufrido en las manos de los "protectores de la paz"

Jumah al Dossari está en confinamiento solitario desde el 2003, ha intentado matarse más de veinte veces.

Imagen: fotografía de prisioneros en Guantánamo privados de sus sentidos: no pueden ver, no pueden escuchar, no pueden tocar con sus manos y no pueden respirar adecuadamente.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Fragmentos de éste siglo

Por Joy Helena Gonzalez Gueto

En éste medio de intelectuales y estudiosos, lo normal es que las personas cuando leen algo que les interesa, tengan la capacidad de recordar, por lo menos, de que se trata y quien es el autor. En el peor de los casos, aunque no recuerden el sentido global de lo leído, tienen una frase aprendida al dedillo situada justo en el borde derecho de la lengua, posición ésta que les permitirá usarla rápidamente cuando de impresionar a los amigos se trate. 

Como no recuerdan al autor, mencionarán dos nombres al azar (preferiblemente europeos. Aunque los más sofisticados pueden valerse de los orientales, impronunciables por demás). La expresión “se me escapa ahora el nombre… no estoy seguro si fue Vikram Seth o Rabindranath” les da un ligero aire de vulnerabilidad que incrementa su capital simbólico. 

Yo casi nunca recuerdo ninguna de las cosas esenciales que hay que recordar de una lectura para poder demostrar en conversaciones posteriores que mantengo un hábito de lectura constante. Supongo que a nadie más en toda la bolita del mundo le pasa tan a menudo algo como esto. 

Uno debería recordar las cosas si ha leído con seriedad. Y es que la gente tiene la enferma creencia de que las lecturas se ven en la forma de hablar. Casi nunca se detienen a ver la manera en que se comporta un lector asiduo. Pongamos un ejemplo para ser más gráficos. Luego de leer el poema "Los árboles" de Eugenio Montejo, la persona quizá no recuerda a Eugenio Montejo, quizá tampoco sea capaz de recitar ni un solo verso de ese poema, pero a partir del momento en que lo leyó tiene la rara costumbre de mirar los árboles con un toque de reverencia en los ojos, que solo los más atentos podrían notar. Acostumbrados a medir el hábito de lectura por el habla, sus compañeros, estudiosos como él de la literatura, recitan el poema de Montejo al ver que su amigo no hace más que ver el gran palo de caucho que está enfrente de la banca donde se encuentran sentados. Él solo sonríe, asiente, y vuelve a su contemplación. 

Ese toque de contemplación reverente en los ojos solo lo da una lectura consciente. Mientras que las citas no necesariamente responden a eso. Una buena fórmula es aprenderse cinco nombres de autores reconocidos y dos no muy conocidos, asegurándose de que en la lista haya, mínimo, un homosexual, una mujer y un negro, así como también alguno que esté vivo. Se aprende la biografía de uno y las frases célebres de los demás, dos títulos de obras y así, se está listo para posar de intelectual y conseguirse a la chica nueva que está sentada al borde de la banca, tiene las piernas cruzadas, un vestido largo y unos lentes de 0.25 con marco rojo.



sábado, 8 de septiembre de 2012

Con prisa

Tenía prisa, por eso no lo vio, y los dos solo se pudieron contemplar en el suelo.

-¿Por qué no te fijas por donde vas, imbécil?
- Lo siento mucho -respondió sin mucho sentimiento en sus palabras.

Se observaron, y uno de ellos dijo:
-Hay personas que si tienen cosas que hacer. Éste día no puede ser peor, ya quiero que se acabe.

El otro se levantó, le dio la mano al responsable de la otra mitad del "accidente", pero fue en vano, lo ignoró, y se puso de pie de muy mala gana.

-No eres consiente de lo que dices. Si tanto deseas que se acabe el día, éstas deseando que el tiempo avance, y con ello la degradación de todo: estas deseando la muerte.


Después de esas palabras, el deseo se hizo realidad.

Imagen: El Ángel de la Muerte, de Evelyn De Morgan (1881)

domingo, 29 de julio de 2012

"The Dark Knight Rise": el legado del héroe


Hablar sobre The Dark Knight Rises (2012) de Christopher Nolan es referirse a uno de los filmes de superhéroes más complejos y mejor elaborados de la historia del cine. Dirección y producción –que supera la nada despreciable suma de 200 millones de dólares–, marketing, e incluso los desafortunados eventos ocurridos en el estreno de Colorado, se constituyen en elementos de su configuración particular. Pero me gustaría señalar, en este caso, algunos puntos de la trama que me son de especial atención: en su conjunto forman un laberinto de situaciones y contextos nada sencillos que el Caballero Oscuro deberá enfrentar para superar su senda heroica.   


Lucha de Clases

Desde que Marx y Engels expusieran la noción “lucha de clases” en su Materialismo histórico (1859), ésta ha sido uno de los ejes centrales más debatidos desde diversos sistemas políticos, filosóficos, económicos y sociales. Pone de manifiesto la existencia de un conflicto, de una tensión entre diferentes facciones de una sociedad. En The Dark Knight Rise, este conflicto se manifiesta entre las clases dirigentes y opulentas de Ciudad Gótica y las clases menos favorecidas.

Años de lucha contra el crimen organizado han hecho de Gótica una ciudad más segura, pero ello no se ha traducido en una prosperidad para la mayoría de los ciudadanos, pobres y desprotegidos. Bane (interpretado por Tom Hardy) lo sabe, y forma el grueso de su ejército con ellos. No es para nada gratuito que haya puesto en jaque a la ciudad él solo. En realidad, Ciudad Gótica contaba con todas las condiciones ideales para que alguien como él lo hiciera.

Instituciones Fallidas

“Hay una tormenta acercándose. Más vale que usted y sus amigos se preparen, porque cuando llegue no van a entender cómo pensaron que podían vivir así y dejar tan poco para el resto de nosotros”. Palabras de Selina Kyle (Catwomen) a Bruce Wayne (Batman), durante una lujosa fiesta. Las instituciones, ciertamente, han fallado; la confianza de los ciudadanos no se encuentra representada en el Gobierno; la fuerza pública está infiltrada, y después de la “toma” de Bane, el Estado abandona la ciudad a su suerte. De hecho, el íntegro detective John Blake renuncia a la policía, ante el sacrificio de Batman, tan distinto a las acciones de la fuerza pública, que prohíbe el escape de un grupo de niños fuera de la ciudad amenazada.

El Enemigo como Maestro



Al igual que Ra´s al Ghul, en Batman Begins (2005), y en cierta medida el Guasón, en The Dark Knight (2008), Bane justifica sus acciones como una forma aleccionadora sobre el mundo. Bane no se ve a sí mismo como un criminal: el dinero, las joyas y el tráfico ilegal no son su principal interés; son un medio. Desea que su legado, sus enseñanzas, sean mostradas al mundo. En este caso, el fin de una Ciudad Gótica corrupta, decadente e injusta, que debe expiar sus “pecados”.

El legado del Héroe

Ocho años han transcurrido desde que Batman fuera visto por última vez. Encubierta la verdadera causa de la muerte de Harvey Dent, se aplican leyes más estrictas y eficaces en la lucha contra el crimen organizado, pero con ello se sacrifica el precio de ciertas libertades. No hay grandes criminales, pero tampoco una verdadera justicia. En estas circunstancias, bastante favorables para la destrucción de Ciudad Gótica, Batman se hace a un lado.

Pero con la aparición del terrible Bane, Bruce Wayne (y Batman) es forzado a salir. Más viejo, en mal estado físico y mental, no tiene la misma convicción de la victoria que antes: es derrotado en un primer enfrentamiento debajo de la urbe, en el sistema de alcantarillado. Y sólo cuando se dé cuenta de que su legado, la ciudad por la que sus padres y seres queridos sacrificaron todo, podrá volver con mayor voluntad. Porque, en palabras de Ra´s al Ghul, “la voluntad lo es todo”.



Un héroe como Batman, mitad play boy, mitad vigilante nocturno, no puede sobrevivir durante mucho tiempo. Cuando se es Batman, tarde o temprano se pagarán las consecuencias en todas las formas: físicas (cicatrices, lesiones, huesos rotos), mentales (agotamiento, traumas,) y emocionales (culpa, aislamiento, baja autoestima). El precio es muy alto; se le exige el sacrifico total: salud, fortuna, familiares (incluso el incondicional Alfred lo abandona),  identidad – ¿o verdadera máscara? – y su vida. Más tarde vendrá el reconocimiento, la apoteosis: su legado es su obra.

Y aunque su estatua en la Oficina central del Departamento de Policía intente convertirlo en símbolo Institucional, lo cierto es que Batman siempre actuó por fuera de la “Ley”. La aparición final de John Blake como Robin nos sitúa ante la necesidad de un ser que esté más allá de la instituciones, un incorruptible vigilante, que, arropado en la oscuridad, vele por un futuro amanecer. Así el legado de Batman continuará: la imagen de modelo a seguir que esté más allá de los juicios del día, que tenga la convicción de hacer lo necesario cuando se requiera y que esté dispuesto a pagar el precio que ello implica. Uno que, dentro de sus limitaciones, demuestre que podemos convertirnos en mejores seres humanos.

jueves, 5 de julio de 2012

Eres mía, solo mía


No conocí a Angélica Gutiérrez Marín. Nunca había escuchado de ella: no había razones. Sólo después de su muerte supe que era conocida de personas conocidas, de un vecino, de una tía, de un primo ( a veces se nos olvida que en Cartagena estamos más relacionados de lo que lo creemos).

El caso es que el aberrante ataque a Angélica –que la llevó a la muerte horas después– movió a gran parte de la sociedad cartagenera a clamar por la captura del responsable: Diego Piñeres, que luego resultó llamarse Jhon Jairo Echenique, y más tarde, ser un desmovilizado de las FARC.

Nos rasgamos las vestiduras cuando estos acontecimientos suceden. Palabras de indignación, acompañamiento multitudinario en sepelios, manifestaciones de protesta en contra de la violencia contra la mujer; pero las políticas, comportamientos, o acciones para detener éste tipo de conductas, quedan siempre a medias.

Quedan a medias porque, aunque hay progresos en materia jurídica, la violencia no disminuye. A pesar de que la actitud generalizada en la población sea de condena o de golpes de pecho, nos lavamos las manos. “¿Por qué sucede esto?”“¡Fueron ellos!”, “No fue mi culpa, ni su culpa, ni nuestra culpa”, “Esto no tiene explicación” “¡Estaba loco!”, “¡Estaba enfermo!”.

Pero en Colombia todos estamos locos y enfermos –unos más que otros–, y lo estamos porque vivimos en un país acostumbrado a la sangre. Todos los días hay violencia por violencia. No necesitamos excusas; casi cualquier pretexto es bueno para explotar contra algo, contra alguien.

Esta vez la tragedia le tocó a Angélica. La excusa: la demostración más extrema de una de las posiciones más permisivas de nuestra sociedad: el machismo. Esa manera de pensar sobre la mujer como extensión del hombre, como propiedad. Machismo presente en la forma de hablar en casa o en el trabajo, de mirar, de “amar”, porque hoy lloramos a Angélica, pero mañana seguiremos cantando a todo pulmón “El dilema”, de Silvestre: Y la quiero tanto que cuando me besa se me va la vida […] sólo quiero hacerla mía, más mía, sólo mía.”



jueves, 14 de junio de 2012

Sobre un tal Pablo

Mucho de qué hablar está dando la telenovela Escobar, el patrón del mal. Me incluyo dentro de los que hablan sobre ella. Y seré sincero y directo: no me gusta.

No me gusta, no sólo porque no vea telenovelas –desde hace rato dejaron de cumplir su función en mí: entretener–, sino porque, como su función es entretener, no puede pasar por lo que muchos pretenden que sea: un documento audiovisual histórico de la violencia colombiana.

Su creadores: Juana Uribe y Camilo Cano (la primera, hija de Maruja Pachón, secuestrada por Escobar, y sobrina del inmolado Luis Carlos Galán; el segundo, hijo de Guillermo Cano, asesinado director de El Espectador), siendo familiares de personas directamente afectadas por Pablo Escobar, no han entendido que, a pesar de su honesta intención de “mostrar lo que pasó, para nunca volver atrás”. Una telenovela obliga necesariamente a la simpatía con el protagonista, lo cual en ésta es un hecho: cualquiera de las acciones del protagonista estará ligada a ella.

Un compañero de trabajo, buena persona, excelente trabajador, con dos hijas y ganas de estudiar, me dijo hace pocos días: “Oye, Leo, pero el man no era malo. En el fondo tenía buenos sentimientos”. De buenas intenciones está hecho el camino al infierno; también de buenos sentimientos.

Guillermo Cano, Luis Carlos Galán y Rodrigo Lara Bonilla, verdaderos héroes de la democracia colombiana, se muestran aquí en función del delincuente-protaganista; resaltando, en la vergüenza, una falsa imagen mítica del héroe, que es interpretada erróneamente como la de un “salvador caído”. 

El formato de telenovela no se presta para contar una “verdadera historia” de Pablo Escobar. Si la intención es “mostrar lo que pasó”, se debió haber producido un documental, incluso uno dramatizado. Pero en una televisión privada, dónde el rating prima, y el espacio comercial se valoriza y se vende a buen precio, no interesa mucho que le queda al televidente, sino el margen de ganancia.

Y la ganancia está en vender al público el hecho de que no sólo se está entreteniendo con una producción técnicamente bien elaborada, costosa e “históricamente” bien tratada, sino que está observando lo que “verdaderamente pasó”. Lo cierto es que la interpretación de la novela está ligada a la experiencia de vida de sus espectadores. Pablo Escobar surgió desde abajo, como lo hace la mayoría de los colombianos, y el que se haya convertido en lo que fue nos muestra que cualquiera pudo ser Pablo. Eso es preocupante.

Pero aún es más preocupante es que por la forma en que se realiza ésta producción, aumente la afición positiva. Así de nuevo, lo ilegal, lo fuera de la ley, lo prohibido, la inconsciencia de las consecuencias y el poder obtenido gracias a ello, es mostrado, desafortunadamente, como atractivo y en un país donde el ser “vivo”, “estar en la jugada”, “aplicarla” son los valores heroicos a imitar.   

domingo, 3 de junio de 2012

2:38 A.M.

Insomnio era una palabra que no significaba nada en especial hasta hace dos semanas, pero el reloj no mentía ¿La causa? El mismo sueño una y otra vez.

Me levanto en un lugar en que nunca he estado, pero me es familiar. Tengo unos ropajes extraños, parecen antiguos, y al ponerme de pie veo el cadáver de un sujeto con armadura. No tengo miedo, es más, extrañamente me siento completo. Luego, a la velocidad de un parpadeo, me encuentro bañado en sangre, en lo que parece ser un campo de batalla: cuerpos por todas partes, sirviendo de festín a buitres y perros salvajes, alegres, despedazando cadáveres, incluso a los que todavía no aceptaban su condición. Observo la mirada de uno de ellos, intenta tocarme. En sus ojos se observa lucha, como la del fuego queriendo ser eterno en una cerilla.

Despierto, sudo, y no reconcilio el sueño. Aún así no deseo que acabe, aun así hay algo más.

martes, 22 de mayo de 2012

El Viajero

-¿Cómo se supone que logre ganar contra mi mismo?

-Yo no dije que ganarías, perderás. Porque el lado que quieres eliminar, esa parte del Yo que no te gusta, a pesar de todo, hace parte de ti. Su eliminación es tu perdida. Cambiar lo que eres, es morir, morir para ser otro, un otro que tendrá sexo con tu mujer, abrazará a tus hijos, compartirá con tus amigos y reirá de tus antiguas experiencias ¿Pagarías el precio?


El viajero estaba consternado: esa no era la respuesta que esperaba.





jueves, 22 de marzo de 2012

Cómo se pescan calamares


El calamar tiene ocho brazos que puede replegar sobre su cabeza: de tal modo se esconde de cualquier enemigo para protegerse mejor, también suelta un líquido muy negro, la famosa tinta que le sirve para ocultarse al menor peligro.

Cuando los pescadores ven que el agua se pone negra echan la red y así pescan fácilmente a los calamares. 

Anónimo chino.

Simpática historia que me hace recordar a Aquiles, conocido por su gran velocidad y agilidad como "el de los píes ligeros", y muerto por una flecha en el talón.

Narciso, bello rompecorazones del mundo antiguo, maldito por su belleza.

Maui, héroe polinesio que arrebató el fuego al gigante Mahu-ika para dárselo a la humanidad, engañándole con su propia fuerza.

Hoy: el comercio de armas, armas nucleares, manipulación genética, industrialización desmesurada, caza de animales a gran escala, combustibles fósiles, consumismo, etc. Se convierten en la tinta que señala la autodestrucción.

Nuestras mejores habilidades, nuestra más grande condena.





sábado, 3 de marzo de 2012

La Torre del Soñador

Incontables lunas habían pasado desde que un ser consciente de su mortalidad pisara la magnífica construcción.

El viejo caballero había vivido la vida de diez hombres para llegar hasta ella: enemigos derrotados, amigos perdidos y cicatrices incurables. 

La Torre del Soñador se imponía en medio del valle. Una vegetación infinita se mezclaba con columnas y muros en ruinas; sus jardines secretos, con estatuas de héroes, reyes y dioses.

Entrar fue extraordinariamente sencillo. Los Creadores le sonreían o ya no les importaba.

Construida en el tiempo en que los antiguos dioses caminaban sobre la tierra, la Torre guardaba el sagrado sepulcro. Extrañamente, el caballero se sintió más liviano, más tranquilo y supo que era aquel el lugar y el momento adecuado.

Entonces recitó las palabras finales de un viejo libro, con una extinta lengua:

-Te daré la vida que el Dios de éstas tierras te negó. Esto ya pasó, y volverá a pasar.

El Caballero cayó al piso, sin vida. El cadáver dejó de soñar, y así comenzó una gesta que acabó e inmortalizó a hombres, naciones y razas enteras.

Imagen: Un Caballero en la encrucijada, de Viktor Vasnetsov (1878).

miércoles, 25 de enero de 2012

El paraíso violado

La muerte de un hombre abaleado en la Plaza de San Diego no ha sido solo la muerte de un hombre, también ha sido la violación de un santuario, uno que parecía inexpugnable.

Los acontecimientos: un hombre se acerca, apunta con un arma, y aprieta el gatillo cinco veces.

El resultado: el aniquilamiento y olvido eterno de un primer beso, un último hasta luego, una noche de sexo, innumerables pensamientos, sensaciones, recuerdos, frustraciones, errores, la vida.

En el desarrollo de la noticia se disparan las opiniones sobre si era “inocente” o no, si la debía o no. Pues me importa mil culos si debía una “vuelta”, si era un “ajuste de cuentas”, si era un narco, si era judas, o la reencarnación de Hitler. Porque el hecho no es si era culpable o no de atentar contra la sociedad, sino la ejecución del más vil de los actos criminales, sin consecuencias, sin ley, en el lugar más simbólico – por su diversidad – en Cartagena.

Pero ¿Qué tiene de especial asesinen a alguien en la Plaza de San Diego? ¿Acaso en el resto de la ciudad no mueren personas? ¿Valen más las personas  en San Diego que en los Caracoles, el Socorro, Las Gaviotas?

Bueno, lo especial de La Placita es la cantidad, diversidad, y calidad de personas que a diario se reúnen para compartir ideas, experiencias, pensamientos, arte, o “hablar paja”. No hay lugar tan estratégico en Cartagena dónde tantas personas –mayoritariamente jóvenes –, y tan distintas (los hay literatos, filósofos, historiadores, abogados, músicos, artistas, profesores, profesionales, vagos, roqueros, raperos, de todas partes de la ciudad, y quien sabe que más), puedan compartir tanto, sin jerarquías, sin mando y espontáneamente. Es la máxima representación de la convivencia pacífica de las ideas y su compartir en la cada vez más desgraciada e invivible Ciudad.

Por eso, la violencia que se ejerció ese martes en la plaza, fue un acto mayormente violento, simbólico, hacia todos los que participamos en ese frágil ejercicio de eso que vagamente creemos vivir, la democracia.

Y la pregunta es ¿hasta cuándo?, ya tan repetida, ya tan aparentemente vacía. Hasta cuando los hijos de mil putas, los violentos, y los ineptos de arriba decidirán como debemos vivir y morir. Si a las Instituciones de esta Ciudad les quedó grande la tarea de respondernos, pues será prenderles fuego y formar otras. 

Por ahora, cuando regrese, pienso tomarme una cerveza en la Plaza, pensar que puedo hacer además de escribir, y  negarme de forma terca a aceptar que la violencia gane la guerra en Cartagena, y en ese último bastión, la Placita. 

domingo, 22 de enero de 2012

Defendiendo lo indefendible: sobre la crueldad animal y la “Fiesta Brava”



Últimamente se ha disparado el debate sobre la crueldad animal, especialmente en la “Fiesta Brava”. Lo anterior me llama la atención porque me hace preguntar por lo que se conoce como “crueldad” animal, y hasta qué punto consideramos algo cruel.

La semana que pasó – y todavía en este fin de semana –, las fiestas taurinas en Colombia se han celebrado bajo un fuerte cuestionamiento de parte de un sector de la población, uno cada vez más grande y más joven. Tanto ha sido, que figuras políticas de la talla de Gustavo Petro, han manifestado el llamado a un debate sobre las fiestas de toros.

Ahora, muchas son las razones a favor y en contra de la tauromaquia, pero la cuestión de la “crueldad animal” es lo que me causa mayor curiosidad.

En la película de Disney,  Los 101 Dálmatas (1961), Cruella de Vil quería a los cachorros dálmatas para hacer un abrigo. Claro, es la cara maléfica de la moda, y del mercado. Ella quiere una piel “hermosa”, que esté a la altura de lo que se consideraba: una mujer sofisticada y moderna.

En el siglo XXI, un capítulo de Futurama –no recuerdo cual –, un grupo de activistas era reprendido por su líder al aplaudir, ya que los aplausos podrían afectar a formas de vida a nivel celular.

Dos extremos: la “crueldad” por la moda; la paranoia en salvar a todos los seres vivos.

En las corridas de toro la realidad es mucho más compleja de lo que se muestra. Detrás de las corridas –y con ello la muerte del toro –, no solo hay un tradición de siglos, en la cual hay una serie de rituales de prueba, iniciación y paso en el torero, sino que inclusive, hay todo un arte alrededor de ello, desde el cómo debe ser la elaboración y colocación del traje, hasta de la selección, creación y crianza del toro.

Algo nos pasa cuando no escandalizamos y damos golpes de pecho por la fiesta brava, pero no con las compañías productoras de carne. Al debate le falta algo. ¿Por qué se defiende un tipo de “crueldad” y mientras la otra no? ¿Hay crueldad válida? ¿No es válida la crueldad porque son animales inteligentes? ¿Porque “se parecen” a nosotros merecen mejor destino? En ese sentido, ¿Si merecen crueldad los animales que no son “iguales a nosotros”?  Y si vamos al extremo, ¿Comer animales nos hace crueles? ¿Está bien utilizar sus partes para labores de la vida diaria? 

Caballero incluso afirma que “Todos los animales padecen dolor por culpa de los hombres. Y todos mueren. Solo la muerte inevitable de los toros es digna: en la pelea. No en la ejecución infame y sin defensa a la que son sometidos todos los demás.”

Es más, puede que de fondo no esté la cuestión de la "crueldad" en sí, sino el que se nos muestre, el que podemos observarla, verla, el que nos recuerden que existe, que es inevitable: tal vez es eso lo que nos incomoda. 

Imagen: "Toros y Toreros" de Pablo Picasso

martes, 10 de enero de 2012

Jugando de cartón

El “Paro Armado” decretado por  “Los Urabeños” y que afectó menos seis departamentos del norte del país, demuestra, una vez más, el poder que tienen los grupos ilegales.

Las reacciones no se hicieron esperar. Una de las primeras declaraciones del Gobierno al respecto fue la del Ministro del Interior y de Justicia, Germán Vargas Lleras. En ella, nombraba dicha acción como una “retaliación”, causada por la muerte del líder de Los Urabeños, Juan de Jesús Úsuga, alias ‘Giovanni’. Además, las autoridades estatales desplegaron un operativo de seguridad que contó con la participación de cientos de hombres del ejército y la policía para garantizar la seguridad de la población, incluyendo, la opción de acompañamiento en caravanas para que los trasportadores pudieran desplazarse. Incluso, se afirma haber capturado 28 personas supuestamente implicadas en el hecho.

Ahora, todo lo además estaría bien, si no fuese por un punto: el “Paro” nunca debió ocurrir, aunque su realización, a la luz de la historia, no sorprenda.

La zona más afectada, el Urabá antioqueño, a pesar tener una fuerte presencia militar, ha sido también una de las zonas donde más fuerte se desarrolló el paramilitarismo. Las denuncias sobre la colaboración entre la policía, las fuerzas militares, la Infantería de Marina, y los Paramilitares no son escasas: se habla de asesinatos selectivos cerca de la estación de policía de Turbo; de que Éver Veloza, alias ‘H.H.’ viviera en 1995 a 1996 a media cuadra de la misma estación; de “operaciones” conjuntas entre paramilitares y fuerza pública; de altos mandos implicados (como el del brigadier General Rito Alejo del Río, del cual se denuncia, tenía una buena amistad con Carlos Castaño). Inclusive se afirma que la Infantería de Marina apagaba los radares que se utilizaban para el control de la salida de drogas.

Es decir, hablamos de una zona que en la historia reciente del país, representantes del Estado, han colaborado en conjunto con grupos al margen de la ley beneficiados por un gran flujo de dinero, producto del narcotráfico, y que son responsables de asesinatos y crímenes de lesa humanidad.

Otra cuestión que debemos tener en cuenta es la ejecución del “Paro”. Este se “convocó” el miércoles en la noche, y con una capacidad asombrosa se disipó en los municipios de Chigorodó, Carepa, Apartadó, Necoclí, Arboletes, Los Córdobas; e incluso, ciudades como Santa Marta y Medellín vieron afectados el comercio, que cerró por temor.

Esto demuestra un poder abrumador en cuanto a la organización y ejecución de actos criminales, lo que deja en claro que se está distante del derrocamiento de las llamadas Bacrim. Además, también demostraron que pueden coaccionar la población civil, la cual, impotente ante los actos de violencia, e incapaz de confiar ante la seguridad que afirma ofrecer el Estado, no puede hace otra cosa que ceder ante la amenaza y el miedo.

Lo cierto del caso –y tal vez lo más grave –, es que se ha interiorizado tanto el miedo, que se convive con él. Un periódico de Montería registraba en su titular “Córdoba Sitiada”. Yo diría que lo anterior demuestra que nuestra libertada está “sitiada”: trabajamos, comemos, hablamos, vivimos bajo el sitio del miedo. 

Recuerdo que de niño, cuando quería jugar con niños más grandes, te dejaban “jugar de cartón”. Es decir, creía participar del juego, pero no valían lo que hacía: no tenía voz, no tenía voto, no podías reclamar, y no importaba si estaba presente o no. La situación actual hace preguntarme: ¿Jugamos de cartón a ser ciudadanos? ¿El Estado juega de cartón a garantizar la seguridad? ¿Estamos jugando de cartón a la democracia? ¿Vivimos en un “Estado de Cartón”? Yo creo que ya es hora de jugar en serio.

Imagen: "El pequeño hombre de cajas de cartón" de Oishii.