sábado, 3 de marzo de 2012

La Torre del Soñador

Incontables lunas habían pasado desde que un ser consciente de su mortalidad pisara la magnífica construcción.

El viejo caballero había vivido la vida de diez hombres para llegar hasta ella: enemigos derrotados, amigos perdidos y cicatrices incurables. 

La Torre del Soñador se imponía en medio del valle. Una vegetación infinita se mezclaba con columnas y muros en ruinas; sus jardines secretos, con estatuas de héroes, reyes y dioses.

Entrar fue extraordinariamente sencillo. Los Creadores le sonreían o ya no les importaba.

Construida en el tiempo en que los antiguos dioses caminaban sobre la tierra, la Torre guardaba el sagrado sepulcro. Extrañamente, el caballero se sintió más liviano, más tranquilo y supo que era aquel el lugar y el momento adecuado.

Entonces recitó las palabras finales de un viejo libro, con una extinta lengua:

-Te daré la vida que el Dios de éstas tierras te negó. Esto ya pasó, y volverá a pasar.

El Caballero cayó al piso, sin vida. El cadáver dejó de soñar, y así comenzó una gesta que acabó e inmortalizó a hombres, naciones y razas enteras.

Imagen: Un Caballero en la encrucijada, de Viktor Vasnetsov (1878).

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