viernes, 11 de agosto de 2023

El Anti-Prometeo

Cuando Julius Robert Oppenheimer vio materializar tres siglos de teoría física en la forma de la bomba nuclear, se describió así mismo según uno de los textos hinduistas más importantes, el Bhagavad-gītā: «Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos». Mientras, Kai Bird y Martin J. Sherwin, titularon la biografía del mismo como el Prometeo Americano (Título original: American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer). 

Pero, si bien la figura del Prometeo es la de la divinidad rebelde que roba el conocimiento para entregarla a la humanidad y moverla al progreso, separarla de la naturaleza y ofrecer la base de la cultura, Oppenheimer es otra cosa, es el ¨Anti-Prometeo¨. 

Un Anti-Prometeo que, como el mismo concepto de Anticristo es contrapuesto al Cristo, es la antítesis de Prometeo. 

Poster

El Prometeo se asocia a la figura mítica del dador divino del fuego y la ciencia (y por ende el progreso), mientras, el Anti-Prometeo culmina el conocimiento de la época que trae la posibilidad de la destrucción. Si Prometeo es la divinidad rebelde, Oppenheimer, el Anti-Prometeo, es la divinidad moderna, institucionalizada, ya que no solo se mueve en lo científico, sino en la burocracia, en lo organizacional, en lo político, en lo moral, en la gestión, e, incluso, en un juego de poderes. 

Si Prometeo trae el fuego de los dioses a la humanidad, el Anti-Prometeo es la divinidad moderna cuyo producto final es de domesticación del universo en la tierra. El poder de los átomos, las fuerzas de la creación y destrucción de las estrellas y los mundos al presionar un botón. 

Para muchos pensadores, las armas nucleares llevaron a una especie de era de la disuasión. El economista Thomas Schelling habla como la disuasión en términos militares es el fin, y reemplaza a la idea de la victoria militar. Entonces la capacidad de infligir daño se convierte en sí mismo en factor para influir en el comportamiento de un Estado, de coaccionar y disuadir. 

La teoría de la disuasión, Pax Atomica, Paz nuclear, Equilibrio del terror, Destrucción mutua asegurada, entre otras denominaciones llegaron para nombrar y explicar lo que la aparición de las armas nucleares significaba en el tablero geopolítico. Un elemento nuevo dónde se materializa la posibilidad de destruir el mundo. El precio de la pérdida es infinitamente más alto que el valor de lo posiblemente ganado. 

Es aquí, cuando existe la posibilidad real del aniquilamiento planetario, el Anti-Prometeo se convierte en el salvador. Ante la creación del máximo artefacto de la destrucción, el reconocimiento humano de una real aniquilación disuade la posibilidad de conflictos a escalas mundiales, de guerras totales y continentales. 

En el Oppenheimer de Nolan, el Anti-Prometeo como figura, teme por el estadio final del fuego prometeico: la destrucción. Esto no solo se dice a nivel discursivo, sino composicional, donde las escenas, la actuación, las imágenes y el sonido muestran la perturbación de Oppenheimer (porque solo quien cree pecar puede sentir culpa). 

En las escenas donde se muestran las reacciones de los átomos siendo manipulados, luego las imágenes de las estrellas y el universo, las imágenes de las gotas de agua cayendo y formando ondas, y las imágenes de las explosiones, parecen intercalarse para relacionar las escalas entre lo microscópico e invisible, lo astronómico o desmesuradamente grande y lo palpable. Todo en conjunto con la banda sonora de Ludwig Göransson, que, centrada en el violín, trata de componer lazos intensos entre sensaciones de angustia, preocupación, y al mismo tiempo de contemplación y expectación. 

Lo microscópico y lo astronómico son imposibles de comprender sin instrumentos especializados, y en lo palpable, en una de sus caras de su estadio final, lo sintieron los habitantes de Hiroshima y Nagasaki, Icaros involuntarios. Y en la otra cara, la presencia silenciosa de miles de armas nucleares no lanzadas, no activadas, no utilizadas. 

Porque así como el vacío y espacio (la aparente nada) entre los cuerpos celestes moldea el universo, lo no lanzado, lo no activado, lo no utilizado moldeó el mundo de posguerra. 

El destructor del mundo, el transformador del mundo. Un mundo nuevo dónde en la convivencia con las armas nucleares -problema y solución-, se asoman nuevos retos con sus propios conflictos: la inteligencia artificial y la singularidad, lo demográfico, el manejo de los recursos, etc., y que demandan otras angustias, otros desafíos, y sus propios Oppenheimer.

martes, 21 de junio de 2022

Gustavo Petro presidente, unos comentarios

La victoria de Petro en las elecciones presidenciales puede catalogarse como históricas, uno porque se convierte en el primer presidente etiquetado de “izquierda”, de la mano Francia Márquez, la primera mujer vicepresidenta afrodescendiente. Como se llega nos dice mucho del contexto colombiano, que pide cambio, pero no convencido del todo del proyecto Petro. 

Lo primero que se destaca es que se registra el porcentaje más alto de participación democrática del país desde las elecciones de 1998 (62.59%) con un 58.09%, y el más alto número de votantes de la historia con 22.658.694 de votantes de 39.002.239 posibles. Donde incluso el candidato perdedor, Rodolfo Hernández (RH), con 10.580.412, supera en votos al, hasta en este entonces, candidato más votado de la historia política colombiana, el saliente presidente Iván Duque (10.398.689).

Petro, por otro lado, se convierte en el presidente con mayor votación que ha tenido el país (11.281.013). Esta victoria, en cuanto a los votos se divide principalmente en dos:

Gana en la “Periferia” del país (los departamentos del Caribe y del Pacífico). A diferencia de las elecciones pasadas (donde pierde en los departamentos del Cesar, Magdalena y Bolívar), Petro gana en todos los departamentos del Caribe y mantiene los departamentos del Pacífico. En casos como en el Valle, no solo se mantiene, sino que aumenta en comparación de 2018, donde sacó 889.289 de votos (51.76%), mientras que en estas elecciones saca 1.310.236 (63.85%). Lo mismo que el Cauca, de 324.640 (65.09%) en 2018 a 515.074 (79.02%) de votos en las presentes elecciones.

En el interior, gana en Bogotá de nuevo y con mayor votación. En 2018 saca 1.889.050 de votos (53.38%), mientras en 2022 saca 2.253.997 (58.58%). Y aumenta la votación en Antioquia, a pesar de perder, de 556.685 (21.85%) en 2018 a 942.005 de votos (33.04%) ahora. 


Con esto en cuenta, tenemos la gran mayoría de los 700 mil votos que el candidato Petro saca de ventaja a RH para consolidar su victoria. Sin embargo, hay algunos elementos que hay que tener en cuenta. 


La votación del castigo

El primero es que, si bien Petro saca una votación histórica, es, al mismo tiempo, el presidente que llega con mayor votación en contra. Con un margen de 3.13% de diferencia entre Petro y RH, no se veía una votación con tan estrecha distancia desde las elecciones de 1994, donde la distancia entre la victoria de Ernesto Samper sobre Andrés Pastrana fue de apenas 2.12%.

RH tuvo una votación impresionante, gracias y a pesar de él mismo. Gracias a su discurso simple de anticorrupción, pudo llegar a calar en gran parte de la población colombiana que todavía comulga con el uribismo, y, al mismo tiempo, quienes sentían que algo debe cambiar, pero no con Petro. Sin embargo, sus contradicciones discursivas, un manejo de campaña que apostó no confrontarse directamente, la ida a Miami, no fue suficiente frente a un Petro que, antes de la segunda vuelta siguió recorriendo el país.

Los votos no necesariamente son solo un apoyo o entendimiento de un proyecto político, sino que también pueden ser un mecanismo sancionatorio.

El apoyo a RH era, por una parte, un rechazo a lo que se cree o se le asocia a Petro, llámese comunismo, castrochavismo, ideología de género (voto conservador y/o uribista y de centro), independientemente si Petro o no comulga con ello, es la idea en sí, sumado a la sobre explotación de su pasado guerrillero. Al mismo tiempo, era un voto a una visión simplificada de lo que mucha de la población colombiana cree es el mal de fondo: la corrupción. 

Con Petro, el voto puede ser leído como una consecuencia de un gobierno Duque que no conectó con la sociedad, en especial el año pasado con el nefasto intento de reforma tributaria, su respuesta violenta y desproporcionada a las protestas, el descontento social en relación a los asesinatos de líderes sociales y el alto nivel de violencia, y el cuestionado manejo de la pandemia. 

Todo esto enmarcado en un contexto de desconfianza en los medios tradicionales y utilización de las redes sociales que mostraba la violencia y abusos de las fuerzas policiacas, e incluso, la visibilización de los heridos y muertos. 


Del optimismo al realismo  

Lo que viene ahora es fundamental. Mantener el optimismo con que llega Petro y al mismo tiempo lidiar con medio país que no está convencido del todo. 

Para ello su mensaje debe ser claro, y al mismo tiempo acompañado de acciones tempranas, nombramientos dentro del gobierno que reflejen seguridad, no solo a los sectores sociales, sino también económicos. 

Por ejemplo, en cuanto a la política energética, en especial lo referente a Ecopetrol, deberá tener un plan preciso y expresarlo claramente. Si bien es cierto que el valor de Ecopetrol en el mercado en los últimos diez años ha caído a un cuarto de su valor, sigue siendo una de las más importantes fuentes de ingresos del país.    

Petro ya no es un “retador”, ahora hace parte del poder ocupando la máxima plaza política de Colombia. Más que nunca necesitará dialogar, negociar, ser claro y pragmático. Es posible que se encuentre en una situación donde sus acompañantes lo tilden de demasiado moderado, y los detractores, como un radical, y en cuatro años no se puede complacer a todos. No podrá cumplir a todos, ni todo lo que dice, y por ello tendrá que elegir que batalla podrá librar, cual puede ganar y en cual puede avanzar. 

Petro llega a un país que, como un estudiante universitario que tiene materias en varios semestres, debe ponerse al día en la segunda década del siglo veintiuno, con todo y sus complejidades, arrastrando problemas del siglo diecinueve y veinte. Elegir, gestionar, planear, como ponerse al día y al mismo tiempo no perder contacto con el presente no solo es necesario, es obligatorio sino queremos perder este siglo.   


Referencias 

Elecciones presidenciales en Colombia, 1994
https://pdba.georgetown.edu/Elecdata/Col/pres94_2.html

Elecciones presidenciales en Colombia, 1998
https://pdba.georgetown.edu/Elecdata/Col/pres98_2.html

Elecciones presidenciales en Colombia, 2018
https://web.archive.org/web/20180528015947/https://presidente2018.registraduria.gov.co/resultados/html/resultados.html

Elecciones presidenciales en Colombia, 2022
https://resultados.registraduria.gov.co/presidente/0/colombia

3 factores para entender las protestas en Colombia y la indignación contra la reforma tributaria
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-56932013

Con más de 60 masacres en Colombia en 2020, Bachelet pide al Gobierno que proteja a la población de la violencia
https://news.un.org/es/story/2020/12/1485602

"Respuesta social del gobierno colombiano a la pandemia fue insuficiente y tuvo baja cobertura": Merike Blofield, directora del Instituto de Estudios Latinoamericanos del GIGA
http://ieu.unal.edu.co/medios/noticias-del-ieu/item/respuesta-social-del-gobierno-colombiano-a-la-pandemia-fue-insuficiente-y-tuvo-baja-cobertura-merike-blofield-directora-del-instituto-de-estudios-latinoamericanos-del-giga

Los rostros de las víctimas mortales detrás del paro 
https://rutasdelconflicto.com/especiales/victimas-mortales-paro

Market capitalization of Ecopetrol (EC)
https://companiesmarketcap.com/ecopetrol/marketcap/



lunes, 24 de agosto de 2020

El Fútbol ha muerto (otra vez)

El fútbol ha muerto. Otra vez. O lo que equivale a decir: “El fútbol, como lo conocemos, ha cambiado”. Pero lo cierto es que el fútbol que solíamos consumir siempre había estado muerto. 

No me refiero a las reglas, a los cambios, a las tarjetas, a los comportamientos que son susceptibles o no de ser interpretados como faltas. Hablo del fútbol profesional y de su relación con las personas. Hablo de la mirada.

 

El fútbol, por lo menos, ha muerto en tres ocasiones. La primera ocurrió durante sus inicios. Tomó pocos años que los primeros equipos, muchos de los que hoy cuentan con más de cien años, murieran de forma prematura. Todas las historias –casi todas– de los equipos de la “Edad Ideal” nacieron de la pura fascinación que causa jugar con la pelota. Y de esa fascinación, vino la organización.

 

Durante esta parte de la historia, organizaciones barriales y comunales, obreras y estudiantiles, crearon equipos para enfrentarse entre sí. El legado resultó tan poderoso, tan íntimo, que creó amores y afectos transmitidos por generaciones.

 

Veríamos pronto su primera muerte con la profesionalización. Mucho de la historia del siglo XX raya no solo con la producción industrial y de conocimiento, sino con su especialización.

 

Asociado a la historia moderna del ocio, todo lo que entretuviera a las masas se convirtió en objetivo de profesionalización, de especialización. En organización bajo lógicas capitalistas.

 

En esta primera parte, los equipos de fútbol, en diferentes grados y momentos, devinieron como empresas. Las ligas barriales se trocaron en ligas nacionales y en internacionales. Con la lógica administrativa, la regulación, los horarios, los planes, el crecimiento, la complejización organizacional.

 

Una transformación que la arquitectura habría de reflejar. De la cancha detrás de la fábrica, del terreno baldío y de la visión horizontal, al estadio con filas y puestos numerados. Esto es equiparable al cambio de la adoración de las primeras deidades del bosque y la montaña a las de templo. La domesticación de Dios.

 

La segunda muerte del fútbol ocurrió con la publicidad. Cuando en 1973 Eintracht Braunschweig, de la liga alemana, permitió que del licor “Jägermeister” entrara bajo la forma de publicidad al fútbol profesional, no aumentaron solo las entradas de dinero en los clubes, sino que aconteció un cambio de la imagen del mismo fútbol.

 

Varias décadas antes de asociarse con la imagen del fútbol, la publicidad encontró un terreno fértil para su desarrollo de técnicas en las llamativas camisetas de los equipos, en los grandes y atractivos estadios, en un público multigeneracional. Y con las transmisiones de radio y de televisión encontraría el ecosistema perfecto para su explosión.

 

El fútbol-publicidad se convertiría así en una relación tan estrecha y orgánica que parece dada. Mientras que la televisión y la radio, incluso el consumo digital, interrumpen el entretenimiento con el comercial, la vestimenta del jugador, la valla del estadio y el anuncio convierten al fútbol en lo que puede ser un comercial de noventa minutos.

 

Bayern de Múnich celebra ser campeones de la Champions League 2019-2020 en el estadio Da Luz sin público


La tercera muerte del fútbol ha sido la más extraña. Con la pandemia del Covid-19, que ha ocupado casi todo el 2020, se ha acelerado la experiencia digital. Antes de ello, el video-arbitraje (VAR) fue el aviso más cercano. Lo que comenzó con la transmisión de fútbol por la televisión (y con la repetición de la jugada y el resumen); luego por cable (el análisis especializado); e Internet (la producción de contenido fan y de comunidad), se transforma ahora en “verdad”.

 

Aplaudimos la intervención de la imagen transmitida y grabada para “corregir” o “confirmar”. El fútbol es “más justo”, nos dijimos, “porque la imagen grabada es la verdad".

 

El fútbol ha encontrado así su hábitat en el cable, en canales especializados y en Internet. Nuestros “smartphones” nos entregan la información en tiempo real y los jugadores son desmenuzados en porcentajes de posesión, de influencia, efectividad, tiros, número de llegadas, de toques y cambios, en valor en el mercado. Una suerte de cromo con información multiplicada y actualizada permanentemente.

 

Y como último secuestro, la omisión del espectador presencial: el vuelco total hacia la pantalla. Uno que, si bien corresponde a las medidas de bioseguridad, no deja de leerse como continuación de una transformación de la mirada. Una donde extraña y coherentemente el fútbol deviene en simulacro.

 

“No hay nada menos vacío que un estadio vacío”, ha dicho Eduardo Galeano. “No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie”. Un vacío espacio para imágenes impresas de espectadores. Para publicidad y gritos pregrabados. Para celebraciones de campeonatos ganados sin público testigo.

 

Todo esto tal vez sea un vistazo al futuro, si no lo es ya. Y con ello otra mirada, otra forma de organizar nuestras lógicas con el fútbol. Y, por supuesto, otros valores de lo narrable e imitable. De lo divino y la verdad. El fútbol ha muerto. Pero tiene “likes”. 

 




Gracias a mi amigo Emiro Santos por su lectura y comentarios. 

 

domingo, 28 de julio de 2019

No sólo lágrimas en la lluvia


La muerte no tiene significado. La furiosa búsqueda de sentido de un amigo, de la familia, de un verdugo, de la sociedad o la nuestra, ante un acontecimiento como la muerte otorga  un sentido provisional. Esta acaso sea la razón por la que el monologo final de Roy Batty, en la película de ciencia ficción Blade Runner (1982), de Ridley Scott, sea tan poderoso.

La muerte Rutger Oelsen Hauer –ocurrida el viernes 19 de julio de 2019, pero hecha pública el 24 de julio– me llevó, como a otros muchos millones de personas, a rememorar su extraordinario trabajo, en especial su última y memorable escena en la película de Scott.

La película narra la historia de un antiguo blade runner, Rick Deckard (interpretado por Harrison Ford), quien es un cazador de recompensas contactado para destruir a unos  “replicantes” –cuatro on screen –, androides fabricados con bioingeniería, que han huido del espacio a la Tierra. Estos lucen y aparentan comportarse como cualquier humano, y para identificarlos es necesario un examen científico-psicológico denominado “test Voight-Kampff”.

El blade runner Deckard, que caza a Roy Batty (Rutger Hauer), último sobreviviente de los replicantes fugitivos, se ve superado en el clímax de la película por la fuerza e inteligencia de su enemigo. A punto de caer de la cima un edificio, Deckard –en un sorpresivo giro de los acontecimientos– es sujetado por Roy Batty. Por el replicante que ha asesinado a otros humanos. Por el replicante que sabe que Deckard ha cazado y dado muerte a sus compañeros.


Rutger Hauer en Blade Runner (1982) Titles: Blade Runner People: Rutger Hauer. Foto de Warner Bros. - © 2011 Getty Images - Image courtesy gettyimages.com

Lo que podría pensarse como un último y macabro juego del antagonista hacia su víctima –a idea del cazador cazado– se transforma en la continuación de una escena con un poderoso significado. “Qué gran experiencia vivir con miedo ¿No crees? Eso es ser esclavo”, dice Roy Batty, al rescatar a Deckard. Entonces lo levanta con la mano derecha, mientras conserva una paloma blanca en la izquierda.

La acción es muy significativa. El replicante, el “villano” de quien se espera el mal, hace un acto benévolo al rescatar a su verdugo; y con la izquierda, mantiene una paloma blanca, que, después de su muerte, vuela al cielo.

La tradición cristiana nos dirá que el día del Juicio Final sólo los escogidos estarán a la derecha de Dios. A la izquierda los que no. Pero esto no encaja en la composición de la escena, tanto como lo hace la explicación cabalística, que nos dice que la mano derecha significa la piedad y la izquierda la justicia.

El último acto de piedad, de benevolencia, frente a la muerte –y al miedo que esta representa– se constituye en el gran acto humano. Continúa así una de las líneas más bellas del cine. Roy Batty observa a su verdugo:

He visto cosas que ustedes no se imaginan. Naves de ataque incendiándose cerca del hombro de Orión. He visto rayos C centelleando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas... en la lluvia. Es hora de morir.

“Como lágrimas en la lluvia”. Esa misma lluvia que perdura a lo largo del filme y que cae sobre Batty y sobre Deckard. Cae sobre edificios, armas, vehículos y personas. “Pero poco a poco el mundo entero se reúne bajo el agua. Una sola materia ha ganado todo”, aseguraba sobre la lluvia el filósofo francés Gaston Bachelard. “Como lágrimas en la lluvia” … Los recuerdos, la memoria, la existencia, todo se extingue con la muerte. Y, sin embargo, queda  algo más allá de la pérdida: las gotas de lluvia sobre Batty serán aquellas lágrimas que no puede llorar. Al bajar la cabeza para morir, el agua se convierte en imagen de renovación: Roy Batty, ante un Deckard testigo de su existencia, es renovado/bautizado humano.


Harrison Ford y Rutger Hauer en Blade Runner (1982) 

Una paloma blanca se libera de su mano izquierda. Vuela al cielo nubloso, sobre las edificaciones oscuras de la ciudad. Acaso una confirmación de la pureza espiritual alcanzada por el replicante, que raya en lo divino, y al mismo tiempo, liberación de Deckard, de su perspectiva limitada de la vida, que le impulsará a huir con Rachael (Sean Young), otra replicante cuyo destino parece sentenciado. Justicia para seres que desean vivir.

Rutger Hauer,  con su representación y modificación en el guion, no sólo nos ha regalado una de las escenas más bellas del cine, si no que hace parte de un mensaje más presente que nunca, un mensaje donde la piedad hacia el otro –que al mismo tiempo es hacia nosotros– puede que sea el primer gran paso para una justicia auténtica y compasiva. Una justicia donde nuestra condición humana, efímera, no sean sólo lágrimas en la lluvia.



*Profundo agradecimiento a mi amigo Emiro por su lectura




viernes, 29 de marzo de 2019

La mirada



En un semáforo habitual siempre observo un hombre que ofrece limpiar los vidrios de los autos.

Negro, grande, mediana edad, ropa sucia y mirada furiosa. Me pregunto a qué o a quién mira así. No es a un particular, ni a aquellos que rechazan con un gesto su servicio, no es a nadie y es a todos.

Lo he visto lavar los parabrisas con esa mirada; recibir el dinero con la misma furia sorda, como si igual le diera la caridad o la fortuna de una moneda recibida o negada.

Tal vez sospeche una perversión invisible cuando extendemos la mano, en piadoso gesto de moneda que nos sobra, lanzada al aire, búsqueda de redención cotidiana.

Merecemos su furia, incluso cuando obramos bien.