sábado, 3 de noviembre de 2012

La ciudad que se suicida

La noción del ciudadano es la del individuo que se reconoce con derechos y deberes dentro de un área urbana densamente poblada y con servicios públicos destinados a satisfacer las necesidades de sus pobladores. Ahora, lo que parece que se presenta en Cartagena es un desconocimiento de los derechos y una apatía por los deberes. Es decir, la ciudad pareciera que se estuviera suicidando: pareciera que se aniquilara así misma, se ahogara, se castrara, se mutilara, se suprimiera y se transformara cada vez más en una ciudad sin ciudadanos.

Un nuevo síntoma de ello son las última decisiones de la Alcaldía: la prohibición del uso de pólvora, peajes improvisados por particulares –pero no los peajes de Manga, ni de Mamonal –, lanzar maicena, aguas, colorantes, espumas, y la negativa a la realización de los Banditos de San Diego, Las Gaviotas, y La Princesa… es decir, el fin de las Fiestas Novembrinas tal como las conocemos.

Esta decisión no puede ser más descabellada, más absurda, más irreal y desconocedora de la tradición festiva del pueblo cartagenero.

Los cartageneros parecemos condenados. Solo hay sitio para el esparcimiento si es controlado y sí se consume: espacios para centros comerciales, pero no de parques, o cordones para el despliegue cultural. Y es que ese lado popular de las Fiestas que no transmite los canales institucionales (sea RCN o Caracol), es el lado marginado – que paradójicamente es el de la mayoría de la población cartagenera –  pero que por los intereses de las élites se ve como un espacio que no “produce”, no “vende”, no “cuadra” con las dinámicas de lo que “debe” ser la ciudad. Por eso se prohíben las diversas manifestaciones culturales de nuestra ciudad.

Es en ese sentido que la ciudad se suicida porque cierra los espacios para sus ciudadanos, y si no los hay, no hay ciudad, solo construcciones para ventas y consumos. Cartagena poco a poco se transforma en una vitrina plástica, “una tarjeta postal sin alma”.

Entiendo que haya ciudadanos que se preocupen por la inseguridad durante las Fiestas, que parece incrementarse, pero la respuesta no está en la prohibición de eventos y comportamientos, sino en la inclusión, el acompañamiento y la educación de la población en las dinámicas festivas que se conmemoran, una fecha – La Fecha simbólica – precisamente en la que ciudadanos cartageneros se levantaron contra la tiranía. Estos espacios, con todo y sus contradicciones, puede ser reconstruidos, transformados para afirmar una identidad Cartagenera, donde la inclusión se de en todos los estrados, en todas las capas sociales.

Pero, por ahora la nueva tiranía se manifiesta en la exclusión, poco a poco, del ciudadano en  su ciudad (la privatización de las playas, la conmemoración de eventos sociales solo en el Centro Histórico, racismo, etc.), conllevando a un suicidio endémico, que silencia y opaca el espíritu festivo de sus habitantes, y todo esto sucede porque las élites nos ven como caterva de vencejos. Ya es hora de ser águilascaudales

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