martes, 8 de diciembre de 2015

El Galeón San José: el tesoro del explotado

Desde que el presidente Santos confirmara el descubrimiento del San José, galeón cargado de oro, plata y piedras preciosas, se han manifestado sensaciones de curiosidad, de expectativa y hasta de codicia y sueños sobre qué hacer con este tesoro.

Solo pasaron unas cuantas horas para que el Gobierno español anunciara que solicitará a Colombia “información precisa” sobre el hallazgo, lo cual ya deja muy mala espina sobre las verdaderas intenciones del país europeo, ya incluso se habla de "negociación". También, gracias a los medios, se han divulgado información sobre los intereses que existen, como la de SSA (Sea Search Armada), quien tiene una demanda al Estado colombiano por 27 mil millones de pesos, y que incluso podría desatarse a futuro con Nicaragua un posible conflicto de intereses debido a la frontera marítima en disputa con dicho país.

Pensar en tesoros, soñar con tesoros enterrados en remotas islas o sumergidos en el Caribe, ha alimentado la imaginación de millones en el mundo, no por algo La Isla del Tesoro, la primera novela exitosa de Robert Luis Stevenson, publicada en 1881, siguen siendo tan emocionante como en el pasado. Sencillamente el afán de la aventura premiada por un tesoro de incalculable valor es algo demasiado atractivo en un mundo dominado por la monotonía, la pobreza y la injusticia.

Sin embargo, el tesoro transportado por el Galeón San José tiene elementos aventureros menos dignos: venía del Virreinato del Perú y esto es clave.

El Virreinato del Perú (Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, parte de Argentina y de Chile), junto al de Nueva España (México, gran parte de Estados Unidos, Centroamérica, Cuba, República Dominicana, Trinidad y Tobago) eran los más importantes territorios coloniales generadores de recursos para el Imperio Español. La principal fuente de recursos del Virreinato del Perú era la minería y extracción de riquezas del exterminado Imperio Inca.Y con ello también el establecimiento de la maquinaria colonial: la mita y la encomienda, los cuales básicamente subordinaban a la población originaria a trabajar en condiciones insostenibles y pagar deudas que incluso de perpetuaban por generaciones.

Se calcula que en el mar Caribe puede haber más de 1200 naufragios, muchos de ellos con cargamentos de oro, plata y demás tesoros. Todos y cada uno de aquellos naufragios proceden de la época colonial, y por consiguiente arrastran la misma mancha de sangre y afrenta. Por eso el debate del qué hacer con ello se convierte en un tema importante para el reparamiento de las heridas y marcas de dicha época, todavía hoy vigentes.

Las posibilidades son varias y muy complejas. Si los naufragios se consideran patrimonio, ¿se puede vender un patrimonio? Si se vende, ¿cómo sería el procedimiento?, ¿qué se haría con los recursos? ¿Podría considerarse como patrimonios de la nación y aun así hacer que generen recursos, tal vez con el turismo y la exhibición local e internacional?, ¿cómo distribuir dichos recursos?, ¿qué papel cumplirían los actores descendientes en el papel de la distribución?

Hasta la misma forma de preservación de este patrimonio, ya sea con la extracción del material o la conservación in situ, se vislumbra compleja. Por eso es importante que el papel de la academia, en conjunción con la Armada Nacional, para el tratamiento de los restos.La cuestión dicta de tantas posibilidades que incluso pueden conformarse debates desde el punto jurídico (del cual ya se comenzó hace décadas), patrimonial, cultural y hasta turístico. Aun así, las distintas posibilidades no deberían perder el punto de vista del origen de estos pecios.

Y en esa medida, los recursos económicos y culturales que generara el Galeón San José, al igual que los demás naufragios, deberían tener como protagonistas a los descendientes afroamericanos e indígenas en situación vulnerable. Este tesoro es fruto de una dinámica colonial despreciable, en una época en que el continente era gobernado por una élite que se pretendía superior racial y culturalmente, en la que millones de seres humanos fueron desplazados, esclavizados, expropiados y muertos en sus territorios, en su cultura y hasta en su lengua.

Este tesoro  está manchado en sangre y el lavarlo es una responsabilidad histórica para remendar los errores comentados, errores que aunque en parte ya muchos no vemos como nuestros, siguen teniendo consecuencias en el presente ¿O es que acaso todavía no mueren los niños wayúu de hambre? ¿Acaso las comunidades afro e indígenas en todo el continente no siguen teniendo las tasas de mortandad infantil, pobreza y desigualdad económica más altas en comparación con el resto de la población? ¿No sería justo que se pensara en un órgano transnacional latinoamericano que se encargara de administrar y velar por una justa distribución cultural y económica de los tesoros y riquezas obtenidas en la colonia?

Como tal, puede que jurídicamente el Galeón San José pertenezca al Estado colombiano, pero moralmente seria cuestionable utilizar los beneficios sin que incluya a los descendientes que siguen sufriendo las consecuencias coloniales. Tal vez con este tipo de acciones empecemos a demostrar que somos mejores que las generaciones pasadas.