En éste medio de intelectuales y estudiosos, lo normal es que las personas cuando leen algo que les interesa, tengan la capacidad de recordar, por lo menos, de que se trata y quien es el autor. En el peor de los casos, aunque no recuerden el sentido global de lo leído, tienen una frase aprendida al dedillo situada justo en el borde derecho de la lengua, posición ésta que les permitirá usarla rápidamente cuando de impresionar a los amigos se trate.
Como no
recuerdan al autor, mencionarán dos nombres al azar (preferiblemente europeos.
Aunque los más sofisticados pueden valerse de los orientales, impronunciables
por demás). La expresión “se me escapa ahora el nombre… no estoy seguro si fue
Vikram Seth o Rabindranath” les da un ligero aire de vulnerabilidad que
incrementa su capital simbólico.
Yo casi nunca recuerdo ninguna de las cosas esenciales que hay que recordar de
una lectura para poder demostrar en conversaciones posteriores que mantengo un
hábito de lectura constante. Supongo que a nadie más en toda la bolita del
mundo le pasa tan a menudo algo como esto.
Uno debería recordar las cosas si ha
leído con seriedad. Y es que la gente tiene la enferma creencia de que las
lecturas se ven en la forma de hablar. Casi nunca se detienen a ver la manera
en que se comporta un lector asiduo. Pongamos un ejemplo para ser más gráficos.
Luego de leer el poema "Los árboles" de Eugenio Montejo, la persona quizá no
recuerda a Eugenio Montejo, quizá tampoco sea capaz de recitar ni un solo verso
de ese poema, pero a partir del momento en que lo leyó tiene la rara costumbre
de mirar los árboles con un toque de reverencia en los ojos, que solo los más
atentos podrían notar. Acostumbrados a medir el hábito de lectura por el habla,
sus compañeros, estudiosos como él de la literatura, recitan el poema de
Montejo al ver que su amigo no hace más que ver el gran palo de caucho que está
enfrente de la banca donde se encuentran sentados. Él solo sonríe, asiente, y
vuelve a su contemplación.
Ese toque de contemplación reverente en los ojos solo lo da una lectura consciente. Mientras que las citas no necesariamente responden a eso. Una buena fórmula es aprenderse cinco nombres de autores reconocidos y dos no muy conocidos, asegurándose de que en la lista haya, mínimo, un homosexual, una mujer y un negro, así como también alguno que esté vivo. Se aprende la biografía de uno y las frases célebres de los demás, dos títulos de obras y así, se está listo para posar de intelectual y conseguirse a la chica nueva que está sentada al borde de la banca, tiene las piernas cruzadas, un vestido largo y unos lentes de 0.25 con marco rojo.
Claro y preciso. Al leerlo creo que estoy en una situación muy muy crítica, yo diría que de preocupar: No me acuerdo ni de los autores, ni de los versos, ni del sentido global; tampoco adquiero el dejo reverencial de mirar los árboles, buscarme en el cielo en miles de formas, ni mucho menos, sentir en el alma una alondra; solo sé que "leí algo". A veces, sin embargo, sale entre sueños, eso es todo. ¿cuál es mi diagnóstico, por favor?
ResponderEliminarAtte: Pedro Petrucci.
Muy buen texto, Joy... tan plena, libre y suave como tú...
La condena está en los sueños.
EliminarA mi que me encantan los debates y la disertaciones, no se como afrontar esta respuesta, sin caer en "poses". No puedo dejar de acordarme de las palabras de William Castro Toppin, cuando dice que al final todos los actos académicos se vuelven liturgias. Incluso los "presuntamente revolucionarios". Desde ese punto de vista, al leer esto me entra una angustia existencial, pues al final, de un modo u otro, de manera consciente o inconsciente casi todos los actos propios son "armas de seducción". Incluso la contemplación ingenua de un árbol o de un atardecer es un intento no planeado de afincarse en un "Uno eterno" en relación a los demás. Desde ese punto de vista, creo que no sólo con un ejercicio enciclopédico de aprenderse citas y autores se pueden mostrar las tendencias intelectuales. Aquí también entran los descontextualizados, que están en un evento "pagano" y empiezan a hablar de Borges, dejando de lado los intereses de sus "neofitos" compañeros de ocasión. Pero si, en general, tienes razón, comparto tu opinión. Pero mi angustia no termina, porque al final todos nos comportamos así o no? Con intención o sin ella. Los blogs, los estados de facebook alucinantes, esa "ruidosa" pretensión de entender el mundo, de descifrarlo,y no contentos de escribirlo. Como lo estás haciendo tú, como lo estoy haciendo yo, como lo hace el dueño del blog, como lo hacemos todos.
ResponderEliminarMe gustaron los Fragmentos de este siglo. Feliz noche
Chavelly Jiménez Castellanos
Pensé en comentar pero me quedé pensando en "la chica nueva que está sentada al borde de la banca, (la que) tiene las piernas cruzadas, un vestido largo y unos lentes de 0.25 con marco rojo."
ResponderEliminar¡Uhmmm laaa chiiica! (y froto mis manos al tiempo que mis comisuras se ponen erectas y las pepas de mis ojos miran a la parte superior izquierda en busca de la nubecita que me la muestra indefensa, sentada al borde de la banca)
Después de todo, quién no se quiere conseguir a la chica nueva de piernas cruzadas y lentes.
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