domingo, 28 de julio de 2019

No sólo lágrimas en la lluvia


La muerte no tiene significado. La furiosa búsqueda de sentido de un amigo, de la familia, de un verdugo, de la sociedad o la nuestra, ante un acontecimiento como la muerte otorga  un sentido provisional. Esta acaso sea la razón por la que el monologo final de Roy Batty, en la película de ciencia ficción Blade Runner (1982), de Ridley Scott, sea tan poderoso.

La muerte Rutger Oelsen Hauer –ocurrida el viernes 19 de julio de 2019, pero hecha pública el 24 de julio– me llevó, como a otros muchos millones de personas, a rememorar su extraordinario trabajo, en especial su última y memorable escena en la película de Scott.

La película narra la historia de un antiguo blade runner, Rick Deckard (interpretado por Harrison Ford), quien es un cazador de recompensas contactado para destruir a unos  “replicantes” –cuatro on screen –, androides fabricados con bioingeniería, que han huido del espacio a la Tierra. Estos lucen y aparentan comportarse como cualquier humano, y para identificarlos es necesario un examen científico-psicológico denominado “test Voight-Kampff”.

El blade runner Deckard, que caza a Roy Batty (Rutger Hauer), último sobreviviente de los replicantes fugitivos, se ve superado en el clímax de la película por la fuerza e inteligencia de su enemigo. A punto de caer de la cima un edificio, Deckard –en un sorpresivo giro de los acontecimientos– es sujetado por Roy Batty. Por el replicante que ha asesinado a otros humanos. Por el replicante que sabe que Deckard ha cazado y dado muerte a sus compañeros.


Rutger Hauer en Blade Runner (1982) Titles: Blade Runner People: Rutger Hauer. Foto de Warner Bros. - © 2011 Getty Images - Image courtesy gettyimages.com

Lo que podría pensarse como un último y macabro juego del antagonista hacia su víctima –a idea del cazador cazado– se transforma en la continuación de una escena con un poderoso significado. “Qué gran experiencia vivir con miedo ¿No crees? Eso es ser esclavo”, dice Roy Batty, al rescatar a Deckard. Entonces lo levanta con la mano derecha, mientras conserva una paloma blanca en la izquierda.

La acción es muy significativa. El replicante, el “villano” de quien se espera el mal, hace un acto benévolo al rescatar a su verdugo; y con la izquierda, mantiene una paloma blanca, que, después de su muerte, vuela al cielo.

La tradición cristiana nos dirá que el día del Juicio Final sólo los escogidos estarán a la derecha de Dios. A la izquierda los que no. Pero esto no encaja en la composición de la escena, tanto como lo hace la explicación cabalística, que nos dice que la mano derecha significa la piedad y la izquierda la justicia.

El último acto de piedad, de benevolencia, frente a la muerte –y al miedo que esta representa– se constituye en el gran acto humano. Continúa así una de las líneas más bellas del cine. Roy Batty observa a su verdugo:

He visto cosas que ustedes no se imaginan. Naves de ataque incendiándose cerca del hombro de Orión. He visto rayos C centelleando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas... en la lluvia. Es hora de morir.

“Como lágrimas en la lluvia”. Esa misma lluvia que perdura a lo largo del filme y que cae sobre Batty y sobre Deckard. Cae sobre edificios, armas, vehículos y personas. “Pero poco a poco el mundo entero se reúne bajo el agua. Una sola materia ha ganado todo”, aseguraba sobre la lluvia el filósofo francés Gaston Bachelard. “Como lágrimas en la lluvia” … Los recuerdos, la memoria, la existencia, todo se extingue con la muerte. Y, sin embargo, queda  algo más allá de la pérdida: las gotas de lluvia sobre Batty serán aquellas lágrimas que no puede llorar. Al bajar la cabeza para morir, el agua se convierte en imagen de renovación: Roy Batty, ante un Deckard testigo de su existencia, es renovado/bautizado humano.


Harrison Ford y Rutger Hauer en Blade Runner (1982) 

Una paloma blanca se libera de su mano izquierda. Vuela al cielo nubloso, sobre las edificaciones oscuras de la ciudad. Acaso una confirmación de la pureza espiritual alcanzada por el replicante, que raya en lo divino, y al mismo tiempo, liberación de Deckard, de su perspectiva limitada de la vida, que le impulsará a huir con Rachael (Sean Young), otra replicante cuyo destino parece sentenciado. Justicia para seres que desean vivir.

Rutger Hauer,  con su representación y modificación en el guion, no sólo nos ha regalado una de las escenas más bellas del cine, si no que hace parte de un mensaje más presente que nunca, un mensaje donde la piedad hacia el otro –que al mismo tiempo es hacia nosotros– puede que sea el primer gran paso para una justicia auténtica y compasiva. Una justicia donde nuestra condición humana, efímera, no sean sólo lágrimas en la lluvia.



*Profundo agradecimiento a mi amigo Emiro por su lectura




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