La muerte no tiene
significado. La furiosa búsqueda de sentido de un amigo, de la familia, de un
verdugo, de la sociedad o la nuestra, ante un acontecimiento como la muerte otorga
un sentido provisional. Esta acaso
sea la razón por la que el monologo final de Roy Batty, en la película de
ciencia ficción Blade Runner (1982), de
Ridley Scott, sea tan poderoso.
La muerte Rutger Oelsen Hauer
–ocurrida el viernes 19 de julio de 2019, pero hecha pública el 24 de julio– me
llevó, como a otros muchos millones de personas, a rememorar su extraordinario
trabajo, en especial su última y memorable escena en la película de Scott.
La película narra la
historia de un antiguo blade runner,
Rick Deckard (interpretado por Harrison Ford), quien es un cazador de
recompensas contactado para destruir a unos
“replicantes” –cuatro on screen –, androides fabricados con
bioingeniería, que han huido del espacio a la Tierra. Estos lucen y aparentan
comportarse como cualquier humano, y para identificarlos es necesario un examen
científico-psicológico denominado “test Voight-Kampff”.
El blade runner Deckard, que caza a Roy Batty (Rutger Hauer), último sobreviviente
de los replicantes fugitivos, se ve superado en el clímax de la película por la
fuerza e inteligencia de su enemigo. A punto de caer de la cima un edificio, Deckard
–en un sorpresivo giro de los acontecimientos– es sujetado por Roy Batty. Por el
replicante que ha asesinado a otros humanos. Por el replicante que sabe que Deckard
ha cazado y dado muerte a sus compañeros.
Rutger Hauer en Blade Runner (1982) Titles: Blade Runner People: Rutger Hauer. Foto de Warner Bros. - © 2011 Getty Images - Image courtesy gettyimages.com
Lo que podría pensarse como
un último y macabro juego del antagonista hacia su víctima –a idea del cazador
cazado– se transforma en la continuación de una escena con un poderoso
significado. “Qué gran experiencia vivir con miedo ¿No crees? Eso es ser
esclavo”, dice Roy Batty, al rescatar a Deckard. Entonces lo levanta con la
mano derecha, mientras conserva una paloma blanca en la izquierda.
La acción es muy
significativa. El replicante, el “villano” de quien se espera el mal, hace un
acto benévolo al rescatar a su verdugo; y con la izquierda, mantiene una paloma
blanca, que, después de su muerte, vuela al cielo.
La tradición cristiana
nos dirá que el día del Juicio Final sólo los escogidos estarán a la derecha de
Dios. A la izquierda los que no. Pero esto no encaja en la composición de la
escena, tanto como lo hace la explicación cabalística, que nos dice que la mano
derecha significa la piedad y la izquierda la justicia.
El último acto de
piedad, de benevolencia, frente a la muerte –y al miedo que esta representa– se
constituye en el gran acto humano. Continúa así una de las líneas más bellas
del cine. Roy Batty observa a su verdugo:
He visto cosas que ustedes no se imaginan. Naves
de ataque incendiándose cerca del hombro de Orión. He visto rayos C
centelleando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos
momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas... en la lluvia. Es hora
de morir.
“Como lágrimas en la
lluvia”. Esa misma lluvia que perdura a lo largo del filme y que cae sobre
Batty y sobre Deckard. Cae sobre edificios, armas, vehículos y personas. “Pero poco a poco el mundo entero se reúne bajo el agua. Una
sola materia ha ganado todo”, aseguraba sobre la
lluvia el filósofo francés Gaston Bachelard. “Como lágrimas en la lluvia” … Los
recuerdos, la memoria, la existencia, todo se extingue con la muerte. Y, sin embargo,
queda algo más allá de la pérdida: las
gotas de lluvia sobre Batty serán aquellas lágrimas que no puede llorar. Al
bajar la cabeza para morir, el agua se convierte en imagen de renovación: Roy
Batty, ante un Deckard testigo de su existencia, es renovado/bautizado humano.
Harrison Ford y Rutger Hauer en Blade Runner (1982)
Una paloma blanca se
libera de su mano izquierda. Vuela al cielo nubloso, sobre las edificaciones
oscuras de la ciudad. Acaso una confirmación de la pureza espiritual alcanzada
por el replicante, que raya en lo divino, y al mismo tiempo, liberación de
Deckard, de su perspectiva limitada de la vida, que le impulsará a huir con
Rachael (Sean Young), otra replicante cuyo destino parece sentenciado. Justicia
para seres que desean vivir.
Rutger Hauer, con su representación y modificación en el guion,
no sólo nos ha regalado una de las escenas más bellas del cine, si no que hace
parte de un mensaje más presente que nunca, un mensaje donde la piedad hacia el
otro –que al mismo tiempo es hacia nosotros– puede que sea el primer gran paso
para una justicia auténtica y compasiva. Una justicia donde nuestra condición
humana, efímera, no sean sólo lágrimas en la lluvia.
*Profundo agradecimiento a mi amigo Emiro por su lectura
Cuando hay piedad en el juicio, también hay belleza.
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