miércoles, 25 de marzo de 2015

Guerra Civil


Estamos en guerra civil. No hablo de la obviedad del conflicto armado que ha perdurado gran parte del siglo XX y de lo que va del XXI. Hablo del tipo de violencia que explota cada día en las ciudades. 

Un mototaxista prende fuego a su moto cuando agentes del DATT (Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte) lo detienen y descubren la ausencia de papeles. Un joven de veinte años esasesinado con arma de fuego en la terraza de su casa por dos motorizados: todo por haber impedido un robo horas antes. 

Describo esto casos no porque sean los únicos que han ocurrido en Cartagena, sino por lo que representan, un tipo de violencia especial: el resentimiento en su más puro estado.

No es gratuito. Podrían nombrarse razones altamente repetidas que no hacen eco en lo institucional. La endémica exclusión económica de la que ha sido víctima gran parte de la naturaleza de la ciudad. Esta crece, se inserta en una dinámica globalizada desconociendo, negando, rechazando, siendo antítesis de los procesos locales. Por otro lado, la ausencia de protagonismo en estos meses por parte de la guerrilla en el campo militar parece obligar a los medios a visibilizar la urbe. De repente “pareciera” que se dispararan  los crímenes menores, los robos, los asesinatos. La percepción de inseguridad se dispara.

Y con lo anterior, la ausencia de legitimidad. Porque cuando un sujeto prefiere quemar el vehículo que le da para subsistir, a él y posiblemente a otros familiares, reconoce en las cenizas más legitimidad que el Estado. Cuando un par de ladrones regresan horas después para asesinar al sujeto que impidió el robo, es simple malditidad. No hay ganancia económica. Hay riesgo (a unos metros se encuentra una estación de policía, de las más grandes de la ciudad), y aún así se ejecuta el vil acto. Y el otro lado, la turba enardecida que persigue linchar al criminal. Esto es pura rabia. Esto es pura guerra civil.

El ensayista y poeta Hans Magnus Enzensberger expone en su ensayo Perspectivas de guerra civil la idea de “guerra civil molecular”, entendida como estallidos de violencia en las metrópolis, sin aparente convicción, donde “las luchas entre bandas siempre son los perdedores quienes disparan contra otros perdedores”. Y vaya que Cartagena y el país están llenos de perdedores, producto de una política de exclusión crónica que viene desde el mismo comienzo del estado. 

Guerras civiles moleculares. Violencias en intersticios. La rutina laboral que se mezcla con la violencia espontanea del sujeto de al lado. Del vecino. Del conductor. De uno mismo. Una “cotidianización” de la violencia que se revienta, que se incendia como la moto que le da de comer al conductor, como el joven que recibe siete balazos de gratis. Comprar el pan de día, apuñalar al vecino de noche, dormir para madrugar al día siguiente, “a ver que sale”.

La ciudad se consume sola, mientras la violencia naturalizada se hace más escandalosa y la sociedad más cínica, indolente. Esto hace necesario un giro, porque de no ser así, la ciudad se dirige a un abismo, a la ignominia moral absoluta. 

1 comentario:

  1. Ciertamente, esto es una guerra civil que no es de ahora, ya hace mucho tiempo que la,ley dejó de ser lo que debe representar, que sea algo menor o inverosímil, no nos hace diferentes al resto de las guerras en el mundo, y para mi concepto, esta fue, es y será la que en algún momento del tiempo reconoceremos como "la eterna patria boba"...

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