En sus infernales y amables ojos ya se reflejaba el fin. Sin embargo, el amable transeúnte simplemente le dio la moneda.
El mendigo -sonriendo- le dijo: "Muchas gracias, morirás mañana. Ten una buena noche".
El transeúnte tuvo la mejor noche de su vida, y una muerte tranquila en la mañana.
"El Mendigo", de Ernst Rudolf.