miércoles, 12 de diciembre de 2018

El Superman de Donner a sus 40 años: algunos comentarios sobre la muerte y el destino

No todos los que vacilan están perdidos
 Joseph Campbell


Se cumplen cuarenta años del Superman de Richard Donner, película que alimentó la imaginación de generaciones, y convirtió en ícono a Christopher Reeve. La película de Superman, condensación perfecta del personaje de Jerry Siegel y Joe Shuster entre el cómic y el séptimo arte que hizo alucinar por años a grandes y pequeños, fue lo mejor que la industria cultural estadounidense ofreció en su tiempo.

Estrenada el 10 de diciembre de 1978 en Washington, la película se prometía como el acontecimiento del año, una película memorable que contaba con actores memorables: Glen Ford (Jonathan Kent), Gene Hackman (Lex Luthor), Marlon Brando (Jor-El), Margot Kidder (Lois Lane), quien murió en mayo de este año, y Christopher Reeve, el eterno Superman quién ya se había ido en el 2004.

Aquellos afortunados que pudieron ver la película en la gran pantalla y quienes la vimos incontables veces por la televisión nacional, fuimos testigos del despliegue técnico y artístico que la dirección de Donner, y la producción musical del legendario John Williams nos ofrecían para darle luz al guion de Mario Puzo.

Warner Bros. (1978)

La distancia temporal y experiencial del Superman del 78 hace que ver la película hoy, en muchos aspectos, sea una labor de respecto a la memoria. Los efectos especiales han envejecido y se notan muy diferentes a las mega-producciones contemporáneas que el universo Marvel y DC nos ofrece año tras año. Además, elementos de su trama, arropados en la ignorancia de aspectos científicos que ahora son de mayor conocimiento, minan su verosimilitud.

Sin embargo, a mi parecer, todavía hay mensajes que el Superman de Donner ofrece. Uno de ellos en la escena de la muerte de Jonathan Kent, el padre adoptivo de Clark Kent. 

Esa escena es bellísima por un par de razones: la primera es la duda de Clark, quien, a pesar de su origen extraterrestre, ha sido criado como humano y se encuentra en la etapa de la adolescencia. Este le comenta a su padre que él puede hacer muchas cosas, entre ellas un touchdown, y le increpa si es presumir mostrar lo que se puede hacer, como el volar de un pájaro. Es decir, hacer las cosas que las personas normales pueden hacer, sabiéndose que las puede hacer mucho mejor, o sea, estar en la realidad de los humanos.

Sin embargo, el padre, a pesar de que reconoce que él puede hacer cosas asombrosas, le dice de manera afectuosa mientras lo abraza camino a casa que, a pesar que de niño temían que se lo llevaran por las cosas que podía hacer, él está aquí por una razón, y que, aunque no sabe cuál es, no es para hacer touchdown. El padre no sabe el destino de Clark, pero siente que puede ser algo más importante que el éxito o la fama individual y estéril. 

Doble vacilación pero en diferentes perspectivas: la de Clark, buscando certezas para sentirse parte del mundo, y la del padre, que aunque no tiene respuesta concreta, tiene fe en un mejor destino. 

Estas se convierten en las últimas palabras, pues el señor Kent muere de un infarto. Lo que nos lleva a la segunda razón de mi favoritismo de esta escena: la impotencia frente a la muerte, y la cotidianidad de esta. Por muy vital que alguien parezca, la muerte le reclamará.

El dramatismo de la muerte se acentúa cuando se muestra en un gran plano general el correr de su esposa e hijo hacia el cuerpo tendido en el suelo en medio de la granja, arropada por la inmensidad de la representación de los grandes campos del estado de Kansas. Escena poderosa acompañada por la magistral banda sonora dirigida por Williams, que se conjuga emocionalmente con la muestra del paisaje pastoril que manifiesta un tono elegiaco. Algo se ha perdido y no hay vuelta atrás. 

Una especial mención merece la música, pues ella nos recarga el tono de la escena, ya que la imagen de la naturaleza es indiferente a la muerte. La vida y la muerte están en el mismo plano, y, en ese momento, el joven Superman se da cuenta de que aun con su infinito poder, no puede hacer nada ante esta dualidad. 

La muerte del señor Kent será el fin del idilio del joven Clark, y al mismo tiempo, junto con sus palabras, el germen que impulsará la búsqueda de su destino, ese que vacilaba en identificar pero que su padre suponía algo más allá de lo cotidiano. Ya el resto es historia.